Por Sealy Gardón

Bienaventurados los que saben ver el fruto de la semilla,

la barca en el horizonte vacío…

Le escucho a José María Vitier esos versos y vuelo a una promesa que recibí: “Bienaventurados los que ahora lloráis porque reiréis”. Esas palabras se me hacen eco en las Bienaventuranzas (Sello Unicornio, 2022) del pianista.

Un aliento fresco que acaricia el oír, que detiene el paso apresurado de los días para hacernos reposar en la dicha que sigue a las tormentas. La fe que se forja en el campo de batalla de la soledad, de la incertidumbre, de los reinicios. A eso sabe el más reciente fonograma del también poeta, acompañado, en una cofradía de sonidos, por la flautista Niurka González.

Son 21 piezas para piano y flauta que hablan al corazón cansado, herido, desesperanzado, que prefieren admirar la flor que nace en medio de la grieta de estos tiempos.

… Bienaventurados los que presienten el fuego en las cenizas,

la fe en la sonrisa, la caricia en un gesto, la joya en una lágrima…

Cuando los primeros rayos del sol dan sobre las teclas de su piano, ya Vitier las acaricia, les saca música como oración matutina que suplica por nuevas misericordias.

Siente la urgencia de las notas trotando en su pecho, y sabe que el arte no se guarda para los mejores momentos. El instante es hoy, ahora.

Él toca, su esposa, Silvia Rodríguez, pinta. Así las Bienaventuranzas van naciendo como una historia de dos, la complicidad de un amor intenso, fuerte, seguro, que se construye a cuatro manos, que se cuenta a dos voces en el silencio de la creación.

Para Vitier, “la felicidad a la que se refiere el concepto de la bienaventuranza no es un estatus, una cosa fija o constante, sino que se relaciona más con instantes. Probablemente de ahí proviene su fascinación”.

Sí, poeta, la promesa de la dicha es un ancla en medio del mar bravío: garantiza que la barca no perezca. Lo que venga se hace más llevadero porque el bienaventurado conoce su fin. Su certeza del poder de la bondad no comienza cuando llega a la meta, sino desde el inicio de la carrera.

“Creo, como Silvia, que la vida y el amor abren camino a pesar de lo malo. Ella y yo tenemos la certeza de que ahí encontramos salvación, paz”.

… Bienaventurados los que se atreven

a desconocer las engañosas acucias del tiempo,

los que ven más allá de la evidencia.

Bienaventurados los que temen,

los que tiemblan de amor, los que insisten,

los que indagan con perspicaz suspicacia

en cada sueño…

La bienaventuranza número 22, a decir del compositor, fue disponer del talento, magia y virtuosismo de la flautista y amiga Niurka González. Ella comparte el mismo criterio: cada canción es un acto de fe.

“Lo primero que siento es una gratitud enorme con José María, porque este disco es un legado para el patrimonio musical cubano”. Es consciente de que el camino comienza ahora, cuando las melodías toman vida en cada ejecución en directo, en cada corazón que las escucha y las acomoda a sus propias oraciones.

Esta no es la música de la victoria, sino una que trae alivio para los agobios del alma. Bienaventurado es el que sabe, de este lado de la tormenta, que el sol lo espera, y se llena de gozo para ver la promesa.

… Bienaventurados los que saben esperar,

porque solo ellos saben desde siempre

el sabor eterno de la dicha

y solo ellos no tendrán miedo a perder lo ganado,

y un día abrazarán su sueño

con la natural confianza de las cosas ya vividas.

José María Vitier