Por Fernando Rodríguez Sosa
La poesía escrita en la mayor de Las Antillas, a lo largo del tiempo, ha recogido el testimonio de las luchas de varias generaciones de cubanos por alcanzar la libertad, la soberanía, la independencia, de la patria amada.
Son numerosos los poetas, de varias generaciones, estilos, tendencias, que, a través de sus versos, han reflejado los sueños, los empeños, las aspiraciones, que han defendido los cubanos a lo largo de la historia.
Los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953, acciones lideradas por Fidel y los jóvenes de la Generación del Centenario, ha sido, indudablemente, tema de inspiración de los poetas.
He aquí, en ocasión del aniversario 70 de la heroica gesta, algunos de esos poemas que evidencian la trascendencia de un hecho que no solo marcó la historia de la nación cubana, sino también la propia historia del mundo.
Ya estamos en combate…
Raúl Gómez García (Mayabeque, 1928-Santiago de Cuba, 1953)
Por defender la idea de todos los que han muerto.
Para arrojar a los malos del histórico Templo
Por el heroico gesto de Maceo,
Por la dulce memoria de Martí.
En nuestra sangre hierve el hado azaroso
De las generaciones que todo lo brindaron,
En nuestros brazos se alzan los sueños clamorosos
Que vibran en el alma superior del cubano.
Ya estamos en combate…
En nombre de las madres y de los hijos de nuestra tierra heroica
En nombre del honor y del decoro que construyó su historia
Por la estrofa magnífica del himno
«Que morir por la patria es vivir.»
La libertad anida entre los pechos de los que viven hombres
Y por verla en la estrella solitaria es un honor luchar
A la generación del centenario le caben los honores,
De construir la patria que soñara el Maestro Inmortal.
Ya estamos en combate… ¡Adelante!
Adelante hasta el nido superior de la gloria
Para que nazca en esta nueva aurora
La república digna y decorosa
Que fue el último anhelo de Chibás.
No importa que en la lucha caigan más héroes dignos
Serán más culpa y fango para el fiero tirano
Cuando se ama a la patria como hermoso símbolo
Si no se tiene armas se pelea con las manos.
Ya estamos en combate… ¡Adelante!
De nuestra lucha heroica depende la Cuba verdadera
La de furia loca de Gómez y Agramonte…
La lucha pura de Mella y de Guiteras…
Adelante, Cubanos… ¡Adelante!
Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate
Pongamos en ridículo la actitud egoísta del Tirano
Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos
Sintamos en lo hondo la sed enfurecida de la patria
Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria.
Miró el reloj y era la hora…
Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí) (La Habana, 1922-2005)
Nuestro pueblo venía –de tortura en tortura,
de cadenas hispanas en sajonas cadenas–
acumulando penas y más penas
hasta que el llanto se tornó bravura.
Este grado supremo en que el dolor
de los pueblos se vuelve dinamismo
lo comprendió Fidel, gran sembrador
en preparada tierra de heroísmo.
Y fue –roja alborada en la alborada
del 26 de Julio– el ataque frontal
a las tinieblas del Cuartel Moncada,
un salto en la hervidura de la lucha social.
Todo tiene su tiempo y tiempo era.
Fidel miró el reloj y era la hora
en que el calor del grito se resuelve en hoguera,
en definida hoguera redentora.
Fue un golpe necesario.
Desagravio al Maestro que tan sólo veía
oscuridad y espinas sobre su Centenario
y había que ofrendarle todo el sol de un Gran Día.
Y fue ese rojo día –centella de rubí–
descarga del martiano pensamiento,
la flor más alta y pura que el Pueblo dio a Martí
a los cien años de su nacimiento.