Por Roger Ricardo Luis

Con el cadáver de una mujer brutalmente mutilada, enredada en una red de pescar, avistada flotando una madrugada de los primeros días de enero de 1957 en aguas cercanas al malecón habanero, abre las puertas Las aves pálidas, novela policíaca de Ariel Sarduy (La Habana, 1973).

De la mano del detective privado Francisco Fuentes, el narrador lleva al lector a un largo recorrido por un ambiente sórdido que, obviamente, conducirá (respetando rigurosamente las reglas escriturales del género) a un final inesperado.

Tres hermanas llegan a La Habana en busca de un cambio para sus vidas de campesinas, pero las cosas no salen como esperaban: se hunden en un pantano donde flotan en pugna el amor, la envidia, el odio, los resentimientos, la prostitución, el sexo y la pasión, en tanto condimentos infaltables en este tipo de relato.

Sarduy, conocedor y experimentado artesano de la literatura negra, maneja con soltura una narrativa donde predomina la descripción detallista (a veces hace gala de su condición de artista de la plástica y entonces es como si llevara al pincel las palabras). A ello suma el hábil empleo del diálogo para otorgar mayor verosimilitud a la historia y sugerir al lector ser parte de la trama.

Las aves pálidas discurre de manera diáfana mediante personajes bien definidos en sus roles, con parlamentos claros, sencillos, que entran y salen del relato de manera natural; asimismo, los momentos clímax se van dando como piezas de rompecabezas, haciendo partícipe detectivesco a quienes leen la novela.

Como telón de fondo de la obra está el contexto epocal de una Habana marcada por el juego, la prostitución, la politiquería, el chantaje y la lucha contra el tirano Fulgencio Batista, atmósfera dada desde la sobriedad y el empleo de la oportunidad para hacerlo explícito.

Estamos ante una narración con agarre de principio a fin y que se agradece por su sinceridad literaria. Ediciones Cubanas, con Las aves pálidas, de Ariel Sarduy, muestra tino y olfato para complacer a sus lectores.